Maestros y discípulos
Alfonso Colodrón
Artículo en colaboración con Julio Ortiz
"Descubrir por vosotros mismos
es mucho más importante que
mi afirmación o negación."
Krishnamurti
Éste es un artículo que ha tardado años en escribirse. Y ello, porque en él no se ofrecen sólo informaciones y teorías, sino que surge de las vivencias experimentadas por los autores a lo largo de una década, de muchas horas de indagación individual y grupal, y de la contrastación con otras experiencias similares, algunas de ellas publicadas.
Son muchas los interrogantes que surgen al abordar el tema de la relación entre Maestros y discípulos. Sin embargo, existen algunas cuestiones ineludibles que se plantean a lo largo de estas líneas. Sobre ellas hemos formulado preguntas y respuestas, ciertas hipótesis de trabajo y nuevos interrogantes.
En primer lugar, podría uno interrogarse sobre las causas por las que se busca a un Maestro. Inmediatamente después surgen las preguntas: ¿Qué es realmente un Maestro espiritual? ¿Existen o han existido realmente? Y, en caso afirmativo, ¿cómo reconocerlos y distinguirlos de los falsos gurus o de los simples guías?
Unidas a todas estas cuestiones básicas, aparecen temas conectados con ellas como: ¿qué relación existe entre la maestría y la integración personal?; ¿supone un grado de inmadurez la actitud del discípulo o puede una persona adulta, madura e integrada, entregarse a un Maestro?
Éstas y otras cuestiones son las que hemos intentado recoger en el espacio limitado de un artículo; en realidad, requerirían un libro, de cuya futura elaboración estas líneas constituirían un primer esquema.
Las trampas del guru
"Ante lo incondicionado, lo condicionado danza.
'¡Tú y yo somos uno!', claman las trompetas.
El Maestro llega y se inclina ante el discípulo.
Ésta es la mayor de las maravillas."
Rumi
Actualmente se está produciendo un renacimiento de la espiritualidad no ortodoxa y se ha despertado un interés por el ocultismo, el esoterismo y las antiguas Tradiciones. A pesar de ello, la sociedad occidental sigue mostrándose generalmente recelosa hacia todo lo relacionado con lo psíquico y lo espiritual. Tal vez, como resultado del lugar predominante que ha tomado la ciencia desde el siglo pasado: se desacredita todo lo que no pueda ser explicado dentro de su visión ideológica y de sus métodos "objetivos".
El materialismo científico ha destruido la visión del mundo como una totalidad, produciendo lo que Morris Berman llamó el "desencantamiento" de nuestra vida en el universo, una especie de "enfermedad del alma".
En este contexto, no es de extrañar que se considere como perteneciente al mundo puramente mitológico el arquetipo psicológico del guía -Thot en el antiguo Egipto, Hermes en la Grecia clásica, o la doncella de Jade y el joven de oro en la China tradicional-. Y es comprensible que, en el mundo occidental, reino de la supremacía del ego individual, se produzca un rechazo visceral hacia las figuras del "guru" -hinduismo-, del "sheikh" -Islam-, del "roshi" -budismo zen-, o del "lama" -budismo tibetano-. También es comprensible que se haya reducido la función de los sacerdotes y pastores dentro del cristianismo, si bien éstos ya actuaban históricamente más como consejeros de la conducta moral y guardianes de la ortodoxia de ritos y creencias, que como transmisores de la Trascendencia.
Es casi imposible comprender la función del Maestro o del Guía espiritual desde la lógica de la visión racionalista del universo. Además, las actitudes de desconfianza se ven reforzadas -y en cierto modo se justifican- por la aparición hoy día de numerosos charlatanes y mitómanos con aires de Maestros y por la proliferación de grupos de adeptos que creen haber encontrado la respuesta a todas sus preguntas y la solución a todos sus problemas.
Sin embargo, muy pocos occidentales, que se consideran laicos, racionalistas y personas maduras son capaces de poner en cuestión su interiorización subconsciente de los modelos de conducta -y, en muchas ocasiones, su dependencia- de sus líderes políticos, sus "héroes" deportivos, cinematográficos o televisivos, sus jerarquías laborales, y otros tantos "arquetipos" contemporáneos; arquetipos que crean realidades fragmentadas y que se presentan como la Realidad global y única. En el fondo, es como si todo el mundo buscase, consciente o inconscientemente, modelos de comportamiento o personas ideales; entonces, podríamos preguntarnos si lo que se busca en realidad no sería la realización del propio potencial de cada persona.
El principio de un largo camino.
El deseo de conocerse más a uno mismo, de saber quién se es realmente, o la intuición de que nos falta algo, ha conducido a muchas personas a una búsqueda interior que, en la mayoría de las ocasiones, nos ha llevado a explorar caminos y vías al margen de los sistemas convencionales. Son los primeros pasos de un despertar inicial, suscitados frecuentemente por experiencias internas que quedan grabadas en lo más profundo de cada uno, aunque momentáneamente puedan olvidarse.
Hay maestros y "maestros"
El hecho de que nos hayamos encontrado con personas, más o menos avanzadas en su búsqueda, y con un determinado número de discípulos alrededor, que les proyectan parte de su "luminosidad" y poder, no contraría la existencia a lo largo de la historia de verdaderos Maestros. En cierto sentido, Buda y Jesús son dos paradigmas distintos de seres realizados, que eligieron tener discípulos a los que transmitir su experiencia de Totalidad. Otros más recientes, como Ramana Maharshi o Faquir Chand, se volvieron Maestros sin hacer nada: simplemente la gente buscaba su compañía y ayuda espiritual.
Aurobindo se centró al final de su vida en sus escritos e investigación del supramental, mientras que Krishnamurti daba charlas permanentemente, al tiempo que rechazaba la noción misma del Maestro; sin embargo, no cabe duda de que él lo fue y ayudó a Despertar a muchas personas.
En este artículo, no entraremos a valorar el controvertido tema de los supuestos Maestros desencarnados y Maestros "Ascendidos", cuya única prueba de verificación es la confianza que se atribuya y la autoridad que se otorgue a las personas que afirman recibir sus mensajes. Nos interesa centrarnos en los Maestros de carne y hueso, sobre los que todo el mundo puede tener los mismos datos susceptibles de contrastación.
Un Maestro o un verdadero Guru es un punto focal de lo sagrado que, al ser Uno-con-la-Realidad-Esencial, ha destruido dentro y fuera de sí el velo de la ilusión de la separatividad. Es un ser que irradia lo numinoso a su alrededor, porque ha despertado a su verdadera Identidad y se ha liberado de los condicionamientos culturales. El problema radica en la existencia de numerosas personas egóticas que, tras haber tenido algunas experiencias místicas de unidad, se aferran a sus estados momentáneos y se identifican de manera permanente con ellos. Como dice el taoísta chino del siglo XVII, Huanchu Daoren, "Dragones que vuelan alto, acaban por arrepentirse. La totalidad no dura siempre", o dicho en lenguaje actual, la Conciencia-Energía del Universo es circular, algo que danza, que sube y baja en el interior de las personas -incluso de las que se creen permanentemente Realizadas y que se identifican con la Conciencia de Shiva o la Energía de la Shakti.
Roberto Assagioli, creador de la Psicosíntesis, escribió que "el error fatal de los que caen víctimas de estas ilusiones es atribuir al yo personal las cualidades y los poderes del Yo transpersonal o Yo superior".
De muchos Maestros han salido a la luz escándalos diversos, que han confundido a parte de sus discípulos y han alimentado la hostilidad de la opinión pública hacia toda clase de Maestros espirituales. En este punto, tal vez sería conveniente distinguir entre la función de orientación y enseñanza más o menos psicológica y espiritual que realizan algunos Maestros, y el grado que tienen de integración personal; es decir, el grado de conocimiento y aceptación de su propio inconsciente, de su sombra, y de sus obsesiones y deseos. En muchas ocasiones, éstos se proyectan sobre los discípulos, que acaban actuando colectivamente el "psicodrama" de su Maestro. Algunos, además, resuelven su situación económica viviendo de las donaciones o del trabajo de sus discípulos, que siempre se consideran en deuda, ya que lo que supuestamente se les promete alcanzar no tiene precio. Pero como advierten algunos textos clásicos:"Muchos son los Maestros que roban al discípulo su riqueza, pero pocos son los que le liberan de su aflicción".
Por otro lado, es urgente plantearse cómo distinguir a un genuino Maestro de un oportunista o de un mitómano cuyas paradojas ocultan una inconsistencia sin sentido. Dejar de lado a todos los maestros espirituale, a causa de la conducta equivocada o engañosa de algunos, sería como rechazar el valor del dinero, a causa de la existencia de billetes falsos. El filósofo William Hocking escribió, ya en 1922, que la naturaleza hace miles de intentos hasta desarrollar un producto acabado, y que la existencia a lo largo de la historia de místicos de una gran altura espiritual, como Lao Tse, Plotino, Meister Eckhart o San Juan de la Cruz, por sí misma justifica un atento respeto a las realidades que han encarnado.
George Feuerstein, experto en hinduismo y en historia de las religiones, y ex-discípulo de Da-Love Ananda, en su excelente libro "Holy Madness" ofrece un criterio para responder a esta pregunta: "Lo que realmente importa es si el guru produce el milagro de la transformación espiritual en los demás". En otras palabras, como se dice en el Evangelio de San Mateo, "Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se recogen racimos de los espinos o higos de los abrojos?" (St. Mateo, 7:16).
Sin embargo, Feuerstein se cubre las espaldas, afirmando que el buscador "no está adecuadamente cualificado para emitir un juicio definitivo sobre el nivel de realización espiritual de cualquier Maestro" -a menos que tenga un nivel de comprensión similar-; también advierte que "los Maestros espirituales tienen diferentes niveles de realización personal, siendo la Iluminación algo poco común". Tal vez tenga razón, pero ello no es óbice para que el discípulo, a pesar de su confianza y entrega al Maestro -o precisamente a causa de ellas- tenga la obligación y la responsabilidad de probar la autenticidad del guru con el mismo rigor con el que él le pone a prueba.
Por ello, ofrecemos algunos posibles criterios que cualquiera podría emplear para verificar la autenticidad de un Maestro:
- Su grado de integración personal: ¿es consecuente su vida sexual con lo que enseña y aconseja a sus discípulos?; ¿cómo cubre sus carencias afectivas?; ¿a servicio de qué pone su poder personal?; ¿cuáles son sus medios de vida?
- La coherencia entre lo que dice y escribe y lo que realmente hace y produce.
- La intensidad de su "karuna" o compasión, en el sentido búdico de amor incondicional por todos los seres vivos, en especial por las personas que le rodean.
- Su nivel de Visión y su aplicación en la realidad cotidiana del mundo que vivimos.
- Su capacidad de reconocer el Ser en todos sus discípulos, de respetarlos y de colaborar con otros Maestros.
- La distinción clara entre los niveles espiritual, psicológico, terapéutico, emocional y existencial, que nunca debe mezclar en su propio beneficio en la relación que mantiene con sus discípulos.
- El espejo que reflejan sus discípulos: ¿son personas independientes o meras copias del Maestro?; ¿le consideran como el "salvador de la humanidad", el "único elegido", o le ven, por el contrario, como uno más entre la larga cadena de pioneros en la evolución de la Conciencia?
Ken Wilber, una de las mayores autoridades de la psicología transpersonal, ofrece también criterios muy precisos: él distingue entre la legitimidad de un Maestro, por un lado, y la autenticidad, por otro, ya que puede poseer una y carecer de la otra, o viceversa. Además establece una graduación, combinando ambos conceptos. Al final, concluye correctamente afirmando que, "la perfección sólo descansa en la Trascendencia, pero no en ninguna de sus manifestaciones humanas. Tengamos pues cuidado con los 'maestros perfectos'"
Existen Maestros que siguen una Tradición -Zen, Sufí, Hindú...-; por lo tanto, están controlados por ésta. Algunos lo están, además, por su pertenencia a una línea concreta de Maestros, y la iniciación y reconocimiento que reciben de su predecesor. Su grado de realización puede ser mayor o menor pero, en todo caso, si se escoge seguir esa vía, los riesgos de fraude o autoengaño son menores (aunque sigan existiendo). El problema mayor se plantea en el caso de los Maestros que no siguen ninguna Tradición y que, por consiguiente, no tienen ningún tipo de control. Son aquellos que han bebido de diversas fuentes y Tradiciones y que siguen la vía de la llamada "locura sagrada". En estos casos es muy difícil distinguir cuándo las técnicas que utilizan son instrumentos para penetrar y disolver la armadura egóica del discípulo, para "despertarle" a la Realidad, y cuándo constituyen simples caprichos; o, incluso, si se trata sencillamente de la manera de descargar su propia energía y proyectar -como ya se ha indicado- su propio inconsciente.
Son todas estas "técnicas" las que, con deliberada ambigüedad, hemos llamado "las trampas del guru". Por un lado, éstas son los comprensibles "trucos" que utiliza el Maestro para liberar al discípulo de su condicionamiento (lo que, en definitiva, consistiría en "matar" su identidad de discípulo y llevarle a la maestría). Por otro, las menos justificables "tretas" que un guru inventa para sustentar su poder sobre los discípulos y para mantener su dependencia. La gran trampa del guru consiste, en este caso, en que -consciente o inconscientemente- se convierte en el "techo", que frena el desarrollo y la evolución espiritual de sus seguidores.
Este mapa no es el territorio. El camino que hemos recorrido no es forzosamente el itinerario de todo el mundo. Sin embargo, tal vez pueda incorporarse al mapa interno y personal de muchos buscadores. Tal vez, la pregunta final no sea si sirve o no un Maestro espiritual, sino qué se hace cuando se encuentra a un auténtico Maestro y cómo se sabe que lo es.
Es claro que no existen recetas en un terreno tan subjetivo como el del aprendizaje espiritual y el de las Vías de enseñanza. Cada persona ha de guiarse por su propia intuición, tanto para seguir o no a un Maestro, como para determinar, en caso afirmativo, en qué clase de Maestro puede poner su confianza. Y aun así, nadie está libre de errores y decepciones; pero incluso esto es aprovechable cuando la búsqueda ha sido sincera.
A lo largo de la vida nos encontramos con personas que nos dan claves o que nos han guiado durante una fase de nuestro proceso. Sin embargo, una barca se abandona después de atravesar un río. No se carga sobre las espaldas para seguir ascendiendo montañas y atravesando valles.
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