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viernes, 25 de julio de 2008

Meditacion...

No soy yo, sino el Cristo en mí quien hace la obra.
Atesoramos las actividades de verano que nutren nuestros cuerpos físicos. Y al reunirnos hoy aquí, damos gracias por la oportunidad de renovar nuestros espíritus.
Ahora tomemos tiempo para centrarnos en el amor de Dios, para refrescar nuestras mentes y restaurar nuestras almas al orar por nosotros y por la gente en todas partes.
Dios es nuestra fuente de paz interna.Sentimos serenidad de mente, corazón y alma.
Al orar, abrimos nuestros corazones, mentes y almas a Dios. Nuestras mentes se aquietan, nuestros corazones se calman y nuestras almas se serenan en la presencia tranquila de Dios. En este estado receptivo, sentimos un aliento renovador sobre nosotros y en nosotros.
Como una sombra acogedora en una tarde calurosa, la presencia de Dios nos refresca. Permitimos que nuestras mentes y cuerpos descansen mientras respiramos y nos volvemos a fortalecer en la presencia del Amor absoluto.
Con tranquilidad y calma, oramos…
Al expresar libremente la sabiduría del Espíritu, somos guiados por el camino correcto.
Al buscar guía, permitimos que la sabiduría y percepción del Espíritu guíe nuestros pensamientos, fortaleciendo en nosotros la luz de la comprensión y mostrando el camino a la libertad.
Dejamos ir cualquier pensamiento que nos impida experimentar claridad y visión interna y abrimos nuestras mentes a la inspiración, creatividad y sabiduría.
Al descansar en la luz del amor de Dios, somos guiados divinamente. Receptivos a la sabiduría del Espíritu, oramos…
La vida sanadora de Dios se vierte en nuestro ser. Somos fuertes y saludables.
La vida de Dios fluye en nosotros como las aguas de un arroyo. Sumergidos en esta presencia dadora de vida, respiramos en perfección y paz. Al exhalar, dejamos ir la tensión, duda y falta de perdón. Cada célula, fibra y tejido de nuestro ser despierta a la vida sanadora que fluye en nuestros cuerpos.
Descansamos en una conciencia de la vida sanadora de Dios y nos volvemos receptivos a energía renovada, mayor fortaleza y entusiasmo por la vida. Cada aliento profundiza nuestra conciencia de la vida sanadora.
Al reconocer la vida sanadora divina, oramos…
Vivimos cada día en la presencia de abundancia divina. Sentimos satisfacción.
En estos momentos tranquilos de oración, nuestros corazones y mentes se abren a la presencia de Dios que todo lo provee. Posibilidades ilimitadas se abren ante nosotros.
Vivimos en abundancia y acogemos cada día como una oportunidad para obtener mayor conciencia del bien que es nuestro. Renovados con la seguridad de que hoy es el momento oportuno, estamos listos y dispuestos a aceptar la recom-pensa del universo.
Somos prósperos. Agradecidos por todo lo que tenemos y por todo el bien que está por venir, oramos…
Con paz en nuestro corazón, bendecimos al mundo con amor y armonía.
El mundo es nuestra familia, y sostenemos a toda la gente en pensamientos afectuosos. Visualizamos paz, armonía y seguridad en todos los hogares y vemos a cada persona con una conciencia siempre creciente del poder del amor divino.
Al orar, recordamos a los líderes del mundo, adultos y niños en todas partes del mundo que fueron creados para ser personas queridas y afectuosas. Al confiar en el amor incondicional de Dios en todos, visualizamos a las personas en todas partes relacionarse de un modo afectuoso las unas con las otras.
Confiamos en que la paz y armonía reinen en nuestra familia y en nuestro mundo mientras oramos…
Este momento de oración nos ha permitido apartar nuestra mente de la rutina diaria para pausar en la presencia tranquila de nuestro Creador. Mientras nos preparamos ahora para concluir este momento de comunión sagrada, aferrémonos a las imágenes de libertad y paz que nuestro viaje de fe nos ha traído.
Llevemos con nosotros al resto del día una mayor conciencia de Dios como nuestra fuente de paz, sanidad, sabiduría y todo lo bueno.
Recordemos para nosotros y para el mundo que la paz nos rodea y que ésta comienza en nuestros corazones esparciéndose por todo el mundo.
Cerremos este momento de unidad afirmando que todo está bien al orar “La Oración de protección”:
La luz de Dios nos rodea;el amor de Dios nos envuelve;el poder de Dios nos protege;la presencia de Dios vela por nosotros.¡Dondequiera que estamos, está Dios!

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