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domingo, 4 de enero de 2009

Mensajes poderosos...

Mensajes Poderosos
por Anne Astilleros

Pongo atención en mis equivocaciones. Sé que de cada una de ellas estoy descubriendo algo. Soy una persona humilde que no busca la perfección, y que sigue el ritmo de su propia evolución.

El gran maestro de la espiritualidad de este mundo, nunca me dio nada, pero sí, de lo que me mostro, fui libre de llevarme todo lo que vi.

Atraigo a mi vida todo lo que deseo. El Universo siempre me apoya.

El universo, a todos crea, ama, utiliza y contiene en su espacio. De la luz de su esencia y de su grandioso conocimiento, soy la infinitamente pequeña encarnación.

Con la ayuda de mi corazón, voy sanando las heridas que pueda causarme yo mismo/a desde mi gran ignorancia. Me siento libre y apoyado/a por la vida misma.

Me alegra participar en este mundo de la evolución. Adoro sentirme vivo/a. Me siento disponible para descubrir otros caminos por la eternidad de la que ya disfruto aquí.

Me gusta sentir que mi cuerpo y mi mente están unidos por una armonía natural. Cada día me tumbo en el suelo unos minutos, y visualizo que me apoyo sobre la espalda segura del planeta.

Esta semana de Navidad queremos compartir contigo esta preciosa historia que con tanto amor ha escrito una alumna de Atrévete a Ser Feliz:

EL PEQUEÑO CUENTO DE LA CESTA (que devolvió porque no era suya)

Cuando un día siendo grande, arreglas la avería de tu avioneta, estate seguro que ya no hay regreso, a partir de ese momento serás un niño para siempre, tu flor te acompañará en el camino ... nunca más dejarás a tu corazón. (inspirada en Exupéry)

Así comienza mi cuento, el día en que regresé a mi corazón, y es mío pero podría ser el de cualquiera, porque es el cuento de la vida; así pues, todo comenzó en un pueblo cerca de una montaña, un paisaje precioso con árboles y una pequeña iglesia con una virgen: La Fuensanta; llegué con la navidad y nací guapetona, tenía todo, todo lo que al nacer se puede desear, elegí unos padres estupendos, una casa bonita y lo mejor lo traje yo misma, un corazón lleno de cosas... por esa misma casa y en los escalones que comunicaban con la salida al portal, mi padre tropezó y cayó rodando, se alteró al conocer que su segunda hija, una niña, había nacido, sus deseos se habían cumplido y se llamaría Ana, como su mujer, así lo decidió.

La niña crecía bien, sana, morenita, contenta siempre, pero su madre que la quería mucho y deseaba lo mejor para ella, le dio lo que a su vez recibió ella al nacer: una CESTA llena de mensajes que le ayudarían en su vida, en su futuro, todos los mensajes contenían algo de pena, tristeza, desconfianza... pero su madre se los entregó con todo su amor, con el amor que ella los recibió cuando nació.

El tiempo transcurría en el pueblecito y la niña sacaba de su cesta lo que en cada momento iba necesitando, ahora un poco de miedo, ahora un poco de rabia, ahora mucha desconfianza... también tuvosus momentos felices, los compaginaba con los otros; sin embargo el paso de los años hizo que tuviese más momentos de los otros, de los que sacaba de su cesta, de vacío interior, de sentirse desamparada, perdida, apenada casi siempre. Así que llegó el día en que la cesta se vació y consciente de ello y de que algo no iba bien, decidió esconder todo aquello que había aprendido y su vida empezó a ser un teatrillo con una barrera delante, y donde lo escenificaba todo, se convirtió en una mujer habilidosa para reprimir sus sentimientos ante los demás y ante ella misma, una gran aprendiz de la escena, del disimulo. Y ese fue el momento en el que con mucho amor hizo su propia cesta, donde escondía todo: miedos, pudores, penas ... y comenzó a llenarla y la tenía bien guardada en un sitio secreto, muy secreto. Esta fue la fase de su vida en la que sobrevivía a cualquier evento, incluso tenía momentos graciosos, con chispa, sus amigas la llamaban con cariño payasona; y ello ocurría sin ser consciente que su cesta se iba llenando y llenando y ya le estaba pesando, estaba muy cargada, ya le costaba tenerla en secreto, sabía y temía que en cualquier momento alguien la iba a descubrir.

Años después nacieron sus hijos, los llamó Guillermo al varón y Ana a la niña, porque su padre así lo decidió, se llamaría como su madre. Sin embargo, ella con mucho amor sabía que la cesta no debía pasarla a sus hijos, y decidió en un día precioso lleno de luz, devolverla a su madre. Aquel día se levantó e hizo un viaje y fue a conocer (sacando antes un poco de recelo de su cesta, pero por última vez) a la persona que sabía le ayudaría, que le diría como hacerlo y así fue: la guió por una playa de arena blanca, con el rumor de las olas en el fondo, llegaron hasta una roca de color rojo y allí fue donde con llanto incontrolado, pero con gran esperanza, depositó aquella cesta, se la entregó a su madre, a la que tanto quería y que con tanto amor se la regaló al nacer...y así empezó su vida de verdad, la que tanto había ansiado siempre.

Ahora todo es un simple recuerdo, es historia, hoy escribo desde la libertad y el amor, GRACIAS ANNE por llevarme a esa playa tan bonita, y escribo esto muy cerca del mar, donde voy algunos ratos a mirarlo, ya conozco el camino y cuando llego a la roca y pienso en todo lo que he aprendido siento PAZ. Todavía, cuando regreso, dejo restos de mi cesta, algunos los olvidé, y los deposito con amor y confianza y CON EL SUSURRO DE LAS OLAS DE FONDO....

Gracias A.
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