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miércoles, 15 de octubre de 2008

Meditacion para el mes de Octubre.

Meditacion Mes de Octubre.

No soy yo, sino el Cristo en mí quien hace la obra.

¡Que experiencia tan sagrada nos brinda unirnos con corazones alrededor del mundo para dirigir nuestra atención a Dios! Nuestros pensamientos se llenan de paz a medida que oramos juntos y caminamos por un sendero sagrado —un sendero de amor divino, el cual nos une unos con otros y con Dios.
El amor divino despierta en nosotros una visión de bien. A medida que nos retiramos de las actividades del día, mantenemos una visión de paz, sabiduría, vitalidad y abundancia para nosotros mismos y todas las personas a quienes mantenemos en oración.
Al dar expresión a la paz de Dios en nosotros, sentimos calma y serenidad.
Al prepararnos para este momento callado, respiramos profundamente, conscientes del amor divino. Con cada aliento, permitimos que la presencia de Dios nos bañe con Su amor.
Este amor nos sosiega y nos ayuda a dejar ir cualquier pensamiento inquietante. Inmersos en el amor divino, sentimos calma y seguridad al unirnos con esta presencia dadora de paz que vive en lo profundo de nuestras almas y nos mantiene fuertes y confiados a medida que transitamos por el camino de la vida. Con nuestra atención centrada en el amor consolador de Dios, hacemos una pausa y oramos…
El espíritu divino nos guía a la decisión correcta y la acción apropiada.
Descansamos más profundamente ahora en la presencia de Dios y tomamos conciencia de este espíritu de amor en nosotros —una chispa divina de iluminación— que disipa cualquier incertidumbre o indecisión. Con pensamientos centrados en el amor divino, abrimos nuestros corazones y mentes a las soluciones sabias y recibimos nuevas comprensiones que nos permiten tomar las decisiones correctas.
En estos momentos callados de reflexión, permitimos que el amor guiador de Dios ilumine el camino ante nosotros. Descansamos ahora, receptivos a la sabiduría, comprensión y dirección divinas al orar…
En unidad con la presencia sanadora de Dios, disfrutamos de salud y bienestar.
Dirigimos nuestros pensamientos ahora a la presencia moradora de Dios y despertamos a una conciencia más profunda de la vida divina. Inmersos en esta presencia, dejamos ir cualquier pensamiento de imperfección, conscientes de que somos sanos, libres e íntegros.
En la quietud, sentimos cómo la actividad restauradora de la esencia de vida en nuestros cuerpos templos. Visualizamos nuevo vigor, energía y vitalidad, dando gracias por el proceso que tiene lugar —renovando cada célula, tejido, y órgano. Al descansar en el silencio ahora, confiamos en la presencia sanadora y moradora de Dios…
La abundancia de Dios nos bendice y nos satisface.
Estamos receptivos al amor abundante de Dios. Este amor es una fuente divina que nos bendice con ideas creativas y provisión abundante.
En silencio, invitamos al amor divino a que satisfaga y prospere nuestras vidas. Al dejar ir cualquier pensamiento de escasez, damos gracias por la inspiración y comprensiones que atraen ricas bendiciones hacia nosotros.
Afirmamos prosperidad para todos, con agradecimiento por las muchas maneras en que el amor divino enriquece a cada persona.Permitimos que nuestros sentimientos de gratitud aumenten al hacer una pausa ahora y deleitarnos en la multitud de posibilidades de bien que nos aguardan y oramos…
El amor de Dios en nuestros corazones establece armonía en nuestro mundo.
Somos seres amados de Dios. Fuimos creados en amor y vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en el amor divino. Este amor nos vincula tanto con las personas cercanas a nosotros como con aquellas en los rincones más recónditos del mundo.
Al afirmar paz mundial, sabemos que cada persona tiene amor para compartir y para mostrar el camino hacia la armonía y la paz. Visualizamos a los habitantes y líderes de nuestro planeta gobernados por el amor divino, viviendo en armonía y expresando sabiduría y compasión en cada pensamiento, palabra y acción.
Manteniendo esta visión en mente y corazón, descansamos y oramos ahora…
El amor de Dios vive en nosotros siempre como fuente de fortaleza interna, luz guiadora, energía sanadora y poder prosperador. Al prepararnos para regresar a las actividades diarias, nos preparamos para avanzar en nuestros caminos con la intención de permitir que estas cualidades resplandezcan por medio de nuestros pensamientos, nuestras palabras y acciones. ¡Qué manera tan maravillosa de bendecirnos unos a otros y al mundo!
Con corazones despiertos al amor divino, oremos la “Oración de protección”:
La luz de Dios nos rodea; el amor de Dios nos envuelve; el poder de Dios nos protege; la presencia de Dios vela por nosotros
Dondequiera que estamos, está Dios!

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