9 de marzo del 2009
Doy generosamente, con todo mi corazón.
Dar
El bien que ofrezco a otros mejora sus vidas. Contribuyo con mi energía para beneficiar tanto a conocidos como a desconocidos. Al servirles de ayuda, honro al Cristo en mí y en ellos.
Cuando doy de mí mismo, expreso consideración y generosidad. Algunos de los modos en que sirvo a mi familia y a las organizaciones a las cuales pertenezco, son tradicionales. Las relaciones personales y las creencias que se comparten son honradas como valores familiares y espirituales y la prácticas culturales son celebradas.
También reflexiono sobre cómo puedo marcar una pauta positiva e innovadora en las vidas de otros. Soy bendecido cada vez que doy generosamente de corazón.
“Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Se le dio el libro del profeta Isaías.”—Lucas 4:16-17
Vivo en un mundo de abundancia y confío en Dios para que revele mi bien.
Prosperidad
Al enfrentar un desafío económico como la pérdida de un trabajo o una necesidad financiera inesperada, no pierdo el tiempo pensando en la escasez. Voy a la corriente creativa de la abundancia de Dios para seguir adelante y comprender mi potencial pleno.
Por ser un canal receptivo de la abundancia de Dios, atraigo el bien hacia mí. Uso mis recursos internos de ideas divinas y de inteligencia infinita de un modo ilimitado. Estos recursos me apoyan cuando llevo a cabo las decisiones y acciones que el futuro establece ante mí.
La situación actual está llena de oportunidades. Estoy listo para lograr grandes cosas y comprender que la prosperidad está siempre a mi disposición. El reino de Dios es mi realidad absoluta, aquí mismo y ahora.
“El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: ‘Helo aquí', o ‘Helo allí', porque el reino de Dios está entre vosotros.”—Lucas 17:20-21
¡Me siento renovado espiritualmente y disfruto de vida vibrante!
Renovar
Quizás sienta el deseo de experimentar una perspectiva nueva de la vida, de adoptar hábitos saludables o de tener una relación personal significativa. La renovación puede llevarse a cabo de un modo que considera la posibilidad de mayor fortaleza y vitalidad. Al comprometerme a ver a alguien o algo de un modo nuevo, haciendo lo necesario para alimentar mi mente y cuerpo o compartir tiempo con alguna persona especial, me repongo en mente, cuerpo y alma.
También hay una forma más significativa y profunda de renovarse. Mi rejuvenecimiento espiritual es una celebración de la presencia de Dios en mí. Encuentro momentos para orar a solas y con otros. Honro mi valía. Medito en un silencio tranquilo o mientras escucho música o los sonidos de la naturaleza.
“Sí, hermano, tenga yo algún provecho de ti en el Señor, conforta mi corazón en el Señor.”—Filemón 1:20
Un nuevo yo ha surgido.
Cocreador
Al observar a atletas consumados ejecutar sus habilidades con perfección, quizás piense que sus actuaciones pueden ser fáciles y sin esfuerzo. Sin embargo, sé que han dedicado años de práctica para perfeccionar sus habilidades.
Hay verdad en el dicho: “la práctica hace al maestro”. Mis prácticas espirituales de oración y meditación, fe y confianza, son más que habilidades. Son una manera de vida, una manera de vivir consciente de quien soy y lo que vine a lograr como cocreador con Dios.
Al dedicar mi tiempo y comprensión, mi corazón y mi alma a Dios, soy enriquecido espiritualmente. Soy renovado en espíritu, mente y cuerpo, y mi vida es una reflexión del nuevo yo que ha surgido.
“Se han revestido de la nueva naturaleza: la del nuevo hombre, que se va renovando a imagen de Dios, su Creador, para llegar a conocerlo plenamente.”—Colosenses 3:9-10 (Versión Popular)
Al dar expresión al amor de Dios en mí, bendigo mi corazón.
Bendición
Aunque mi corazón es fuerte y confiable, mis sentimientos tienen un impacto increíble en él. Por lo tanto, no acojo pensamientos ni sentimientos estresantes.
Mi corazón es una expresión física de mi conciencia. Cuando siento emociones positivas al compartir un momento tierno con alguien o cuando estoy solo en meditación serena, este órgano valioso está en calma. Se relaciona con la mente y el cuerpo de manera saludable y renovadora. Mi amor y mi intuición están vinculados a mi corazón. Así que practico el pensar y actuar de maneras amorosas y positivas. Perdono a los demás y también me perdono. Doy expresión al amor de Dios en mí. Con cada pensamiento y acción, bendigo mi corazón y al mismo tiempo bendigo a otros de manera sincera.
“Jehová no mira lo que mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”—1 Samuel 16:7
Siente paz, porque tu curación ya ha comenzado.
Consuelo
Al orar por alguien que sufre por la pérdida de un ser querido o enfrenta un reto de salud, le ofrezco un mensaje de consuelo:
“Bien amado, recuerda que estás envuelto en mis oraciones y que la presencia amorosa de Dios siempre te sostiene.
“La gente que ofrece su amor y apoyo llega a ti de muchas maneras en este momento delicado. Los amigos quizás te traigan comida o flores. Los vecinos tal vez te visiten y escuchen como te sientes. Tus parientes quizás compartan recuerdos felices contigo. Algunos amigos o familiares quienes no hallen qué palabras decir, se sentarán a tu lado, bendiciéndote de manera silenciosa pero poderosa.
“Eres querido como una creación de Dios y un miembro de Su familia. Puedes estar en paz porque tu curación ya ha comenzado.”
“Como aquel a quien consuela su madre,
así os consolaré yo a vosotros.”
—Isaías 66:13
Al confiar en Dios, siento satisfacción.
Atención centrada
Cuando los acontecimientos no ocurren como pensaba, no permito que la desilusión me abrume ni que mi entusiasmo decaiga. En oración, centro mi atención de nuevo. Cambio mi perspectiva para ver las cosas de una manera nueva y celebrar el bien que siempre está disponible para mí.
Mientras más confío en Dios, me vuelvo más sabio. Mis expectativas me ayudan a navegar por los desvíos de la vida y hacia nuevos caminos de descubrimiento. Al continuar mi viaje, confío en la guía del Espíritu para mantener mis pasos firmes. En cada encrucijada, sé que el camino que tome me guía a bendiciones posteriores.
Al dar un giro para enfrentar mi bien, me doy cuenta de que lo que me desilusionó al principio, será el comienzo de una experiencia mayor y más satisfactoria.
“Ordena mis pasos con tu palabra.”
—Salmo 119:133
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