El Único rumbo
Carmen Santiago
No hay otro camino. La existencia en la materia sólo tiene un rumbo. Es el camino hacia el centro del ser, hacia uno mismo. Porque nada hacemos si no lo hacemos desde lo que somos.
El frenesí de la vida moderna está manifestando la cualidad de la sustancia pero no la naturaleza del alma que la habita. Sólo desde lo que se es, se puede actuar. De lo contrario la vida nos actúa, la sustancia de nuestros cuerpos físico, emocional y mental nos impone su dirección aunque parezca que somos nosotros los que ponemos el rumbo. Pero no es así.
He reflexionado mucho y siempre llego al mismo punto. El camino es hacia adentro, hacia lo que somos. Somos el Alma que habita una sustancia infundida de conciencia. Somos la Conciencia que le da vida consciente a una forma.
Cuando actuamos alejados de lo que somos realmente, estamos expresando la naturaleza de nuestros vehículos, pero no nuestra propia naturaleza. Allí radica la tragedia de nuestro tiempo moderno que aunque está destinado a exteriorizar el Reino del Alma, está todavía identificado con la forma a tal punto que ha asumido esa naturaleza como propia y expresa la fuerza centrípeta de la materia como egoísmo, con toda la fuerza que le otorga el desarrollo intelectual alcanzado.
Nuestra civilización perdió su rumbo, se quedó sin alma… Le hemos dado tanta importancia a la forma que hemos descuidado peligrosamente la conciencia, lo que somos. Y la conciencia es la que sabe, la que conoce, la única que puede guiarnos por los senderos de la vida material sin peligro. Como humanidad le hemos dado la espalda y estamos al borde de una catástrofe mundial por la indebida contaminación producto del deseo egoísta.
Cambiamos el Ser por el Tener. Y en el ansia de tener, estimulada por los medios de producción, sacrificamos la vida misma. ¡Qué paradoja tan grande! Contaminamos el aire, el agua, la tierra y no hemos contaminamos el fuego porque es imposible…
No somos una humanidad feliz. Unos mueren de hambre y desnutrición y otros enferman de tanto comer o de comer productos inadecuados para el cuerpo humano que la industria de alimentos se ha encargado de promover. No somos una humanidad feliz porque no se puede ser feliz en la negación de lo que uno es.
Las raíces profundas de la vida están en el alma, en la conciencia. El Alma se reconoce una con los demás, su ley natural es el amor y su expresión la fraternidad. Por lo tanto no compite, comparte, es solidaria. Su instinto es el servicio. Todo lo sacrifica por el bienestar del grupo. No tiene ansias de enriquecerse materialmente porque conoce lo transitorio de las posesiones materiales. Enriquece la vida y la respeta. El alma incluye en su ser aquello que quiere conocer y lo integra, se convierte en aquello y, por lo tanto, lo conoce. En otras palabras, al amar, se pone en la misma longitud de onda, se hace uno y como resultado, conoce. Es sabia.
En las cualidades del alma está retratada nuestra futura civilización. Y es el único futuro posible, porque si seguimos el juego del egoísmo y el consumismo, si seguimos con la competencia, la desigualdad, si dejamos que el mercado mundial se dirija a sí mismo, sin la guía del alma humana, no tenemos futuro.
Cuando en el devenir de la vida te sientas triste o abatido por la razón que sea, el camino es hacia dentro de ti mismo. Allí están las respuestas, y más aún, allí está la armonía, la luz, el amor, la fortaleza para enfrentar los retos.
Hemos estado pidiendo, por dos mil años, “venga a nosotros Tu Reino…” Sí, se lo pedimos a nuestro Padre Celestial, pero no hacemos espacio para que descienda. Nuestro mundo mental está lleno, repleto de pensamientos-formas que dan vida al egoísmo, al consumismo, al “tener”. Lo puedes constatar si observas cuánto tiempo pasas con pensamientos destinados a producir riqueza material, cuánto tiempo pasas pensando en los proyectos para hacer dinero, pensando en lo que quieres comprar y cosas por el estilo.
¿Cuánto tiempo del día pasas deseando tener y cuánto tiempo pasas pensando en el Alma, en el Ser, en los valores espirituales, los verdaderos valores humanos? ¿Cuánto tiempo pasas pensando cómo puedes servir mejor a la vida, cómo puedes actuar en bien de los demás, a favor del Plan Divino? Compara los tiempos y saca tus conclusiones.
Así como están llenos nuestros clóset y armarios con cosas y cosas inútiles, así están también llenos de egoísmos nuestros mundos mentales y emocionales. ¿Por dónde va a entrar el Reino de los Cielos?
En los albores de este nuevo tiempo tenemos una tarea ardua: crear la civilización que exprese afuera lo que somos adentro. La única y verdadera civilización humana, la del Alma, la de los valores, de la solidaridad, el compañerismo, la protección de los más débiles, la del logro de la Paz. La paz que no es el tiempo transcurrido entre dos guerras sino un nuevo estado de conciencia.
Tú eres el Alma, la Conciencia, la Luz de este Mundo. No permitas que los acontecimientos, por muy difíciles que puedan parecerte te alejen de tu propia fuente de vida. Mantenernos en el Ser espiritual; sostenernos en la luz del alma, permanecer en el reconocimiento profundo de lo que somos, en contacto con el Dios Amor que nos habita, es la tarea principal, la del momento, porque es desde allí desde donde podemos ejecutar las acciones que la Vida espera de nosotros. No hay otro lugar. Cualquier otra acción sólo mueve la sustancia de los cuerpos que responden según su naturaleza, siendo el egoísmo su producto natural.
Todos los días, al despertar reconócete: “Yo Soy el Alma, y desde el Alma, sirvo.” Reconoce tu Presencia, alinéate con ella, conéctate con tu fuente de Luz y Verdad. Entrégate, no te resistas al amor. La oración que contiene la entrega es una flecha lanzada al espacio divino. “Alma mía, toma posesión de tu instrumento. Te entrego mis pensamientos, mis sentimientos y mi cuerpo. Yo soy Tú, Tú eres Yo.”
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