Cuentos De Hadas Y Crítica Social
Además de volver a narrar los cuentos tradicionales, los escritores victorianos inventaron nuevas historias de hadas para niños, valiéndose de los clichés del folklore fantástico nativo. Es decir: desarrollaron “hipertextos” de un “hipotexto” popular.
Algunos títulos son “El rey del río dorado”, de John Ruskin, “La historia de Tom Thumb”, de Carlota Yonge, “El extraordinario negocio Goblin”, de Christina Rossetti, “Los bebés del agua”, de Charles Kingsley, “La princesa y el goblin”, de George Macdonald y “Puck, de la colina de Pook”, de Rudyard Kipling.
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El folklorista John Zipes clasificó la ficción infantil en un libro que publicó hacia el año 1860, estableciendo dos tipos básicos: las historias convencionales y las historias que aportan una nueva imaginería.
Aun cuando varios relatos innoven dentro del género -por ejemplo, las historias de hadas de Juana Ingelow o los cuentos de fantasmas deMaría Louisa Molesworth- la mayoría retoma estereotipos clásicos de duendes que vuelan como mariposas.
George Macdonald, Lewis Carroll, Oscar Wilde, Lorenzo Housman, Maddox Ford, Edith Nesbit -especialmente en sus últimos trabajos- y muchos otros escritores gestaron mágicos cuentos que pueden ser interpretados como ácidas críticas de las costumbres victorianas, en clave alegórica o subliminal, promoviendo la posibilidad de una sociedad mejor.
En estas historias, los duendes revolotean por las calles de Londres; en vez de las típicas escenas bucólicas, las hadas habitan galerías urbanas.
Muchas de ellas piden limosna, viven como vagabundas, carecen de hogar, conviven con hombres y mujeres desesperados por falta de trabajo y vivienda, todos ellos desalojados por la nueva economía capitalista.
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